Maya News Updates 2007, No. 34: Robert Carmack - Interview in Prensa Libre's Revista D
Today, Sunday June 3, 2007, the online edition of the Guatemalan newspaper Prensa Libre posted an interview with the well-known American ethnohistorian Robert M. Carmack in the Sunday Supplement Revista D. For close to 50 years Carmack's interest has been the history of K'iche' in the Guatemalan highlands, from the remote past to the present day (edited by MNU):
"Este lugar es una mina de oro" - Robert Carmack es considerado una de las mayores autoridades sobre la arqueología y la etnohistoria de Quiché; sus investigaciones datan desde 1960. Al conversar con él, se descubre al gran estudioso y a la persona amable y cordial llena de conocimientos. “Yo soy antropólogo, historiador y etnógrafo, pero, también he hecho de arqueólogo cuando empecé mi trabajo acá”, dice.
Vino a Guatemala durante la segunda semana de mayo, para dictar una conferencia en la Academia de Geografía e Historia sobre el Título de K’oyoi, escrito por un testigo de la batalla entre indígenas y conquistadores, en donde se menciona a Tecún Umán. "Pasé 10 años pidiendo permiso para ver los documentos y siempre me decían que no. Les hablaba en k’iche’ para explicar que era para un estudio, pero dijeron que ni ellos podían verlos".
Horas antes de partir del país concedió esta entrevista en la que habló de sus estudios, de Rigoberta Menchú y de la división entre los pueblos indígenas, pero también de algo más sobre Robert Carmack.
En Guatemala sus estudios siempre se han centrado en Quiché. Cuando comencé hace muchos años, lo hice sobre la historia de los mayas de habla k’iche’. Yo me especialicé en los mayas de los altos de Guatemala basado en documentos como el Popol Vuh o los Anales de los kaqchikeles. Posteriormente aparecieron otros de igual importancia como el Título de Totonicapán, que habla de Tecún Umán. Los títulos son historias hechas por los indígenas después de la llegada de los españoles para proteger sus terrenos y dejar la historia a sus hijos y futuras generaciones. Con base en esto y documentos españoles se puede hacer un relato de los grupos mayas de Guatemala.
Después de escribir alguno libros del tema, creí necesario vivir en un pueblo y conocer a fondo a su gente, cómo son en la actualidad. Elegí Momostenango (Totonicapán) como lugar de trabajo, ahí aprendí la lengua y las costumbres. Este lugar es una mina de oro, por ser uno de los pueblos mayas más tradicionales. Clan, linaje, ritos y calendario maya son aún practicados, aunque no de una forma pura, porque siempre hay intercambios.
Cuando quise estudiar más sobre la actualidad, llegó la guerra civil. Aunque siempre traté de estar en medio, ser neutral, esto fue imposible porque me ponían en un lado o en otro. La situación se tornó más difícil cuando, en 1976, organicé con el Instituto de Antropología e Historia el Primer Congreso del Popol Vuh en Santa Cruz del Quiché (Quiché). En esa actividad hubo personas que hablaron muy fuerte en contra del Gobierno, y como yo lo coordiné me acusaron de ser un opositor político. Fui amenazado de muerte, aparecí en aquellas famosas listas, por eso salí del país y no regresé durante 14 años. Como consecuencia de eso fui a otros países centroamericanos; Costa Rica y Nicaragua, para trabajar.
Las acusaciones sólo vinieron del Gobierno. Fueron por parte del Ejército y el Gobierno, pero tuvieron la bondad de advertirme de que me fuera, porque aparecía en la lista y no era un chiste. Antes de irme sucedió algo lamentable. Pasé a Santa Cruz del Quiché, en donde estuvo Gumarkaj, la capital del reino Quiché, para visitar al alcalde de ese entonces, que por primera vez, era indígena, sus apellidos eran Zapeta y Zapeta. Quería saludarlo por haber sido una gran persona y haberme ayudado a efectuar el congreso. Le expliqué lo que me sucedía. Ese mismo día lo asesinaron unos hombres frente a su casa. Me sentí mal porque creí que por haber hablado conmigo lo habían matado. Pero averigüé que él ya estaba señalado. Pensé que habían sido paramilitares, ahora ya no estoy tan seguro, porque he conversado con ex guerrilleros y existe la posibilidad de que lo hayan hecho los insurgentes. Además, él era del partido MLN (Movimiento de Liberación Nacional), aunque no era nada violento. Es un caso por esclarecer.
Regresé otra vez, después de la firma de los Acuerdos de Paz. En ese entonces los mayas me invitaron, me esperaron en el aeropuerto y por seguridad me acompañaron. Ahora vengo con más frecuencia, trato de hacer trabajo de campo, ir al occidente y ese tipo de cosas.
¿Ha regresado a Momostenango? Sí, cada uno o dos años, para seguir con los estudios. Ahora trabajo algo de elecciones, en una comparación entre Guatemala, Costa Rica y Nicaragua. El tipo de democracia y las tendencias políticas que existen. Realizo entrevistas y observo lo que sucede.
El estudio se basa en la política local, la cual me interesa y de la que no hay mucha investigación. Cómo estas poblaciones ven a los candidatos, cómo es el voto en los municipios, no sólo el presidencial, sino también el de las alcaldías. Casi nunca se publica qué está pasando ahí, son historias bonitas.
Ahora ¿qué ha encontrado? Cosas muy diferentes. Por ejemplo, en Momostenango hice entrevistas, especialmente sobre la candidatura de Rigoberta Menchú. Me sorprendió que no tiene mucho apoyo ahí, pese a ser un pueblo muy maya. No están en contra, pero no están animados por esa propuesta. Un sacerdote maya, quien es de los sabios, dijo que bajó mucho su aceptación cuando se unió con el actual Gobierno, que no es muy apreciado entre ellos. Los indígenas están muy divididos en los partidos.
¿Qué proyectos tiene ahora? Estoy terminando el Título de K’oyoi con alguien que tiene un doctorado en lingüística k’iche’. También nos pidieron una nueva edición del Título de Totonicapán. En lo personal estoy escribiendo un libro grande y difícil sobre la Antropología del Mundo, pero nunca faltan cosas por hacer.
¿Cómo descubrió el Título de Totonicapán? Pasé 10 años pidiendo permiso para ver los documentos y siempre me decían que no. Les hablaba en k’iche’ para explicar que era para un estudio, pero dijeron que ni ellos podían verlo.
No me gusta hablar mucho de eso, pero un día el presidente del grupo me dijo que me lo mostraría si llegaba por la tarde. Lo hizo de forma secreta, aunque no estuvieron los documentos principales sí estaba el nombre de uno de los linajes que los escribieron. Entonces fui con ellos y los tenían. Ellos me dieron la bendición de fotografiarlos. Lo publicamos en México, ahora habrá una segunda edición en español.
¿Todavía se pueden encontrar ese tipo de documentos? Creemos que aún hay muchos guardados. Los que hemos encontrado han sido custodiados por años por los ancianos. Tuvieron razón de protegerlos porque hay bandidos que los roban. Poco a poco saldrán.
Algo qué contar. Quiero comentarle que el Comité del Premio Nobel me pidió un informe sobre Rigoberta Menchú, hace muchos años, en 1991 (cuando ella fue nominada a recibir ese galardón, que le fue concedido un año después). La conocía, pero no era su amigo. Lo hice de la forma más justa que pude, porque tenía que ser una investigación honesta, sobre lo que ella había hecho y quién era. Conocí mucho de su pasado.
¿En qué se basó para hacer ese informe? En muchas entrevistas personales con quienes la conocían. Leí sobre lo que se había escrito de ella y conocí el ambiente de donde venía. Fue como cualquier historia en donde se integraron los datos. No fue fácil, pero tampoco algo fuera de este mundo; aunque sí delicada, para no decir algo que no estuviera en orden. Creo que ella sí merecía el premio, es una persona que ha hecho cosas increíbles, pese a sus orígenes.
¿Cómo está la identidad maya? Aún muy dividida. Se habla demasiado aquí en la capital y en Chimaltenango, pero en los lugares más lejanos, en los pueblos no se identifican mucho a nivel nacional, es más lo local. Pero poco a poco cada comunidad empieza a tener un grupo que piensa para su grupo y a nivel nacional, entonces hacen algo.
A su criterio ¿qué los ha llevado a ser tan divididos? Para sobrevivir. Eso viene desde la colonia, cuando cerraron sus comunidades en contra del imperio español y la Iglesia que quería cambiar su religión. Aunque prehispánicamente también estaban muy divididos en el reino Quiché, Iiximché, o de los tz’utujiles, los poqomames, mames, ellos tenían sus señoríos. Eso hace difícil la unificación. Por eso los documentos prehispánicos son importantes, por ser una historia de Guatemala; todo comenzó ahí, luego se agregan los españoles.
¿Tenemos ahora los guatemaltecos mayor interés por conocer más de nuestra historia que cuando usted empezó sus estudios? Muchísimo. Yo he escrito ensayos en los que explico que la guerra civil levantó mucho la conciencia de los mayas. Ahora existe el deseo de educarse, de moverse pacíficamente. Se han despertado. Además, por ser el objeto de ataque como indígenas, y emigrar juntos a otros lugares como México en busca de seguridad, han tenido que comunicarse entre sí pese a las diferencias étnicas. Eso ha llevado a un movimiento que no se detendrá, el cual es muy sano.
Piden el reconocimiento y que sean apreciadas sus culturas. Guatemala es otro mundo diferente al de los años de guerra; el país también se ha levantado económica y políticamente. Creo que Guatemala es el país más bello que jamás he conocido y visto, por su naturaleza y su gente, que es muy amistosa, aunque con muchísimos problemas, pero poco a poco los están solucionando. Espero regresar el otro año, porque me invitaron a dictar un curso en una universidad en Quetzaltenango (written by Julieta Sandoval; source Revista D, No. 152).
El estudio se basa en la política local, la cual me interesa y de la que no hay mucha investigación. Cómo estas poblaciones ven a los candidatos, cómo es el voto en los municipios, no sólo el presidencial, sino también el de las alcaldías. Casi nunca se publica qué está pasando ahí, son historias bonitas.
Ahora ¿qué ha encontrado? Cosas muy diferentes. Por ejemplo, en Momostenango hice entrevistas, especialmente sobre la candidatura de Rigoberta Menchú. Me sorprendió que no tiene mucho apoyo ahí, pese a ser un pueblo muy maya. No están en contra, pero no están animados por esa propuesta. Un sacerdote maya, quien es de los sabios, dijo que bajó mucho su aceptación cuando se unió con el actual Gobierno, que no es muy apreciado entre ellos. Los indígenas están muy divididos en los partidos.
¿Qué proyectos tiene ahora? Estoy terminando el Título de K’oyoi con alguien que tiene un doctorado en lingüística k’iche’. También nos pidieron una nueva edición del Título de Totonicapán. En lo personal estoy escribiendo un libro grande y difícil sobre la Antropología del Mundo, pero nunca faltan cosas por hacer.
¿Cómo descubrió el Título de Totonicapán? Pasé 10 años pidiendo permiso para ver los documentos y siempre me decían que no. Les hablaba en k’iche’ para explicar que era para un estudio, pero dijeron que ni ellos podían verlo.
No me gusta hablar mucho de eso, pero un día el presidente del grupo me dijo que me lo mostraría si llegaba por la tarde. Lo hizo de forma secreta, aunque no estuvieron los documentos principales sí estaba el nombre de uno de los linajes que los escribieron. Entonces fui con ellos y los tenían. Ellos me dieron la bendición de fotografiarlos. Lo publicamos en México, ahora habrá una segunda edición en español.
¿Todavía se pueden encontrar ese tipo de documentos? Creemos que aún hay muchos guardados. Los que hemos encontrado han sido custodiados por años por los ancianos. Tuvieron razón de protegerlos porque hay bandidos que los roban. Poco a poco saldrán.
Algo qué contar. Quiero comentarle que el Comité del Premio Nobel me pidió un informe sobre Rigoberta Menchú, hace muchos años, en 1991 (cuando ella fue nominada a recibir ese galardón, que le fue concedido un año después). La conocía, pero no era su amigo. Lo hice de la forma más justa que pude, porque tenía que ser una investigación honesta, sobre lo que ella había hecho y quién era. Conocí mucho de su pasado.
¿En qué se basó para hacer ese informe? En muchas entrevistas personales con quienes la conocían. Leí sobre lo que se había escrito de ella y conocí el ambiente de donde venía. Fue como cualquier historia en donde se integraron los datos. No fue fácil, pero tampoco algo fuera de este mundo; aunque sí delicada, para no decir algo que no estuviera en orden. Creo que ella sí merecía el premio, es una persona que ha hecho cosas increíbles, pese a sus orígenes.
¿Cómo está la identidad maya? Aún muy dividida. Se habla demasiado aquí en la capital y en Chimaltenango, pero en los lugares más lejanos, en los pueblos no se identifican mucho a nivel nacional, es más lo local. Pero poco a poco cada comunidad empieza a tener un grupo que piensa para su grupo y a nivel nacional, entonces hacen algo.
A su criterio ¿qué los ha llevado a ser tan divididos? Para sobrevivir. Eso viene desde la colonia, cuando cerraron sus comunidades en contra del imperio español y la Iglesia que quería cambiar su religión. Aunque prehispánicamente también estaban muy divididos en el reino Quiché, Iiximché, o de los tz’utujiles, los poqomames, mames, ellos tenían sus señoríos. Eso hace difícil la unificación. Por eso los documentos prehispánicos son importantes, por ser una historia de Guatemala; todo comenzó ahí, luego se agregan los españoles.
¿Tenemos ahora los guatemaltecos mayor interés por conocer más de nuestra historia que cuando usted empezó sus estudios? Muchísimo. Yo he escrito ensayos en los que explico que la guerra civil levantó mucho la conciencia de los mayas. Ahora existe el deseo de educarse, de moverse pacíficamente. Se han despertado. Además, por ser el objeto de ataque como indígenas, y emigrar juntos a otros lugares como México en busca de seguridad, han tenido que comunicarse entre sí pese a las diferencias étnicas. Eso ha llevado a un movimiento que no se detendrá, el cual es muy sano.
Piden el reconocimiento y que sean apreciadas sus culturas. Guatemala es otro mundo diferente al de los años de guerra; el país también se ha levantado económica y políticamente. Creo que Guatemala es el país más bello que jamás he conocido y visto, por su naturaleza y su gente, que es muy amistosa, aunque con muchísimos problemas, pero poco a poco los están solucionando. Espero regresar el otro año, porque me invitaron a dictar un curso en una universidad en Quetzaltenango (written by Julieta Sandoval; source Revista D, No. 152).
The portrait photograph that accompanies this interview was taken by Carlos Sebastián (captured from the PDF edition of Revista D). Carmack's most important publications include "Quichean Civilization: The Ethnohistoric, Ethnographic, and Archaeological Sources" (1973, Berkely), "Historia social de los quichés" (1979, Guatemala), "Quiché Mayas of Utatlan; the evolution of a highland Guatemalan kingdom" (1981, Norman), "Harvest of Violence: The Maya Indians and the Guatemalan Crisis" (1988, Norman), and "Rebels of Highland Guatemala: the Quiché-Mayas of Momostenango" (1997, Norman). He published various important ethnohistoric sources, among those for instance "El título de Totonicapán", in 1983 as co-editor with James L. Mondloch. Two of his major publications recently have been published in Guatemala as "Kik'aslemaal le k'iche'aab: historia social de los k'iche's" (2001, Ed. Cholsamaj, Guatemala) and "Kik'ulmatajem le k'iche'aab': evolución del reino k'iche" (2001, Ed. Cholsamaj, Guatemala).
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