Maya News Updates 2009, No. 23: Ichkabal, Quintana Roo - On the Importance of Ichkabal
On Friday, June 5, 2009, the Instituto Nacional de Antropología e Historia posted a short notice on the archaeological site of Ichkabal, located in the Mexican state of Quintana Roo. Archaeological work started six weeks ago and the INAH posts contains some preliminary observations by Enrique Nalda, who leads the exploration work at Ichkabal and is the director of the Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo del INAH. Some of the structures currently under investigation date from the Late Preclassic period, around the beginning of our era, while some substructures may date from circa 500 B.C., the Middle Preclassic period (edited by MNU):
Indagan misterios mayas - En el sitio arqueológico de Ichkabal, enclavado en un área ignota del sur de Quintana Roo, podrían encontrarse las respuestas a importantes incógnitas sobre la cultura maya, desde su sistema agrícola y los alcances de su relación con Teotihuacan, hasta determinar los periodos tempranos del famoso reino de Kaan, el más poderoso de todos los antiguos Estados mayas.
Localizado a 90 kilómetros de la laguna de Bacalar, la trascendencia de este asentamiento como un auténtico eslabón de esa civilización prehispánica, lo convierte en uno de los actuales proyectos prioritarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
A mes y medio de comenzados los trabajos de exploración en Ichkabal —ubicado en el municipio quintanarroense de Othón Pompeyo Blanco—, el doctor Enrique Nalda, quien encabeza estas labores y es director del Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo del INAH, anunció que la primera etapa está prevista a dos años y abarcará la excavación y restauración de cuatro edificios.
En su opinión, uno de los misterios más interesantes acerca de los mayas y que hallaría claridad en Ichkabal —que en lengua maya significa “entre bajos”— es el que se refiere a la dinastía Kaan (representada con un glifo cuyo signo principal es una cabeza de serpiente), la más poderosa en el periodo Clásico.
Recientes hallazgos en el sitio de Dzibanché —a sólo 10 kilómetros al sudoeste de Ichkabal— y donde el INAH ha trabajado de manera sistemática durante 22 años, demuestran que dicha estirpe se asentó ahí entre 450 y 620 d.C., y más tarde se trasladó a Calakmul, en Campeche.
A partir de estos descubrimientos —detalló el arqueólogo Nalda—, “empezamos (el equipo del Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo) a disertar dónde estarían los orígenes de este linaje; algunos expertos proponen que se encuentran en El Mirador, una zona arqueológica localizada en la frontera guatemalteca.”
“Sin embargo, hoy día consideramos que no es necesario ir tan lejos, que habría que rastrear la región en busca de un sitio de cierta monumentalidad que hubiese tenido una ocupación importante durante los cuatro primeros siglos de nuestra era. Ichkabal, con tres kilómetros de radio, es el lugar adecuado para indagar los inicios de la dinastía Kaan”.
A pesar de que muchos de los montículos que conforman Ichkabal se hallan cubiertos por la maleza, a simple vista destacan por sus dimensiones, lo que afianza que fue el asiento de una entidad política importante. Por ejemplo, uno de los dos edificios motivo de exploración, mide 200 metros de base y 46 metros de altura.
Las primeras excavaciones en el sitio han dejado al descubierto una serie de estructuras que datan del Preclásico Superior (inicios de nuestra era), con la posibilidad de que algunas subestructuras puedan fecharse para el Preclásico Medio, hacia 500 a.C., esto conforme a la cerámica localizada y a la arquitectura estilo Petén.
Por otra parte, el especialista del INAH abundó que la relación de Teotihuacan con el área maya, particularmente durante el auge de la megaurbe del Altiplano en el periodo Clásico, es otra de las cuestiones polémicas que podrían escudriñarse en Ichkabal y determinar si la presencia teotihuacana en la región fue más bien “simbólica”, pues los vestigios de esta civilización hallados en otros sitios mayas son tardíos. De ser así se afirmaría la hipótesis de que ni el comercio ni la guerra, ni los movimientos migratorios, fueron los factores determinantes de la presencia teotihuacana en el área maya.
“Más aún —continúo Enrique Nalda—, en Dzibanché concluimos que su abandono no se dio en el siglo IX, hacia el llamado ‘colapso maya’ del Clásico, esto porque encontramos evidencia de una ocupación muy intensa que pudo haberse extendido hasta el momento de la llegada de los españoles a Yucatán a comienzos del siglo XVI.”
“Cada vez más nos sorprende esta continuidad habitacional, de ahí que las exploraciones en Ichkabal contribuirán a terminar con el mito del ‘colapso maya’ que alude al abandono de los grandes centros ceremoniales a fines del Clásico, por el 900 d.C., y su soledad absoluta hasta la Conquista”.
Pero hay otro aspecto fundamental relacionado con el sustento de la población maya y que puede discernirse en Ichkabal: el sistema agrícola; es decir, saber si practicaron una agricultura intensiva aparte de la de “tumba y quema”, una propuesta que ha sido manejada en términos académicos desde los años 70 y que no se ha podido corroborar o descartar debido a la falta de evidencia arqueológica.
Esta tesis, encabezada principalmente por el arqueólogo estadunidense Peter Harrison, sostiene que los mayas construyeron campos levantados, que son una especie de chinampas pero no en cuenca cerrada, sino en bajos o en los meandros de los ríos. No obstante —concluyó Enrique Nalda—, “las excavaciones en Dzibanché nos hicieron suponer que no hubo necesidad de modificar el terreno, toda vez que en la Península de Yucatán se distribuyen laderas de suave pendiente y terrenos planos inundables. Esta teoría la podríamos confirmar en Ichkabal porque estamos sobre terreno virgen, terreno que los mayas abandonaron” (source INAH; English version here).
Localizado a 90 kilómetros de la laguna de Bacalar, la trascendencia de este asentamiento como un auténtico eslabón de esa civilización prehispánica, lo convierte en uno de los actuales proyectos prioritarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
A mes y medio de comenzados los trabajos de exploración en Ichkabal —ubicado en el municipio quintanarroense de Othón Pompeyo Blanco—, el doctor Enrique Nalda, quien encabeza estas labores y es director del Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo del INAH, anunció que la primera etapa está prevista a dos años y abarcará la excavación y restauración de cuatro edificios.
En su opinión, uno de los misterios más interesantes acerca de los mayas y que hallaría claridad en Ichkabal —que en lengua maya significa “entre bajos”— es el que se refiere a la dinastía Kaan (representada con un glifo cuyo signo principal es una cabeza de serpiente), la más poderosa en el periodo Clásico.
Recientes hallazgos en el sitio de Dzibanché —a sólo 10 kilómetros al sudoeste de Ichkabal— y donde el INAH ha trabajado de manera sistemática durante 22 años, demuestran que dicha estirpe se asentó ahí entre 450 y 620 d.C., y más tarde se trasladó a Calakmul, en Campeche.
A partir de estos descubrimientos —detalló el arqueólogo Nalda—, “empezamos (el equipo del Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo) a disertar dónde estarían los orígenes de este linaje; algunos expertos proponen que se encuentran en El Mirador, una zona arqueológica localizada en la frontera guatemalteca.”
“Sin embargo, hoy día consideramos que no es necesario ir tan lejos, que habría que rastrear la región en busca de un sitio de cierta monumentalidad que hubiese tenido una ocupación importante durante los cuatro primeros siglos de nuestra era. Ichkabal, con tres kilómetros de radio, es el lugar adecuado para indagar los inicios de la dinastía Kaan”.
A pesar de que muchos de los montículos que conforman Ichkabal se hallan cubiertos por la maleza, a simple vista destacan por sus dimensiones, lo que afianza que fue el asiento de una entidad política importante. Por ejemplo, uno de los dos edificios motivo de exploración, mide 200 metros de base y 46 metros de altura.
Las primeras excavaciones en el sitio han dejado al descubierto una serie de estructuras que datan del Preclásico Superior (inicios de nuestra era), con la posibilidad de que algunas subestructuras puedan fecharse para el Preclásico Medio, hacia 500 a.C., esto conforme a la cerámica localizada y a la arquitectura estilo Petén.
Por otra parte, el especialista del INAH abundó que la relación de Teotihuacan con el área maya, particularmente durante el auge de la megaurbe del Altiplano en el periodo Clásico, es otra de las cuestiones polémicas que podrían escudriñarse en Ichkabal y determinar si la presencia teotihuacana en la región fue más bien “simbólica”, pues los vestigios de esta civilización hallados en otros sitios mayas son tardíos. De ser así se afirmaría la hipótesis de que ni el comercio ni la guerra, ni los movimientos migratorios, fueron los factores determinantes de la presencia teotihuacana en el área maya.
“Más aún —continúo Enrique Nalda—, en Dzibanché concluimos que su abandono no se dio en el siglo IX, hacia el llamado ‘colapso maya’ del Clásico, esto porque encontramos evidencia de una ocupación muy intensa que pudo haberse extendido hasta el momento de la llegada de los españoles a Yucatán a comienzos del siglo XVI.”
“Cada vez más nos sorprende esta continuidad habitacional, de ahí que las exploraciones en Ichkabal contribuirán a terminar con el mito del ‘colapso maya’ que alude al abandono de los grandes centros ceremoniales a fines del Clásico, por el 900 d.C., y su soledad absoluta hasta la Conquista”.
Pero hay otro aspecto fundamental relacionado con el sustento de la población maya y que puede discernirse en Ichkabal: el sistema agrícola; es decir, saber si practicaron una agricultura intensiva aparte de la de “tumba y quema”, una propuesta que ha sido manejada en términos académicos desde los años 70 y que no se ha podido corroborar o descartar debido a la falta de evidencia arqueológica.
Esta tesis, encabezada principalmente por el arqueólogo estadunidense Peter Harrison, sostiene que los mayas construyeron campos levantados, que son una especie de chinampas pero no en cuenca cerrada, sino en bajos o en los meandros de los ríos. No obstante —concluyó Enrique Nalda—, “las excavaciones en Dzibanché nos hicieron suponer que no hubo necesidad de modificar el terreno, toda vez que en la Península de Yucatán se distribuyen laderas de suave pendiente y terrenos planos inundables. Esta teoría la podríamos confirmar en Ichkabal porque estamos sobre terreno virgen, terreno que los mayas abandonaron” (source INAH; English version here).
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